Durante la Segunda Guerra Mundial, en unos campamentos militares en Europa, se arrojó con paracaídas un tipo inusual de suministro para los soldados que echaban de menos sus tierras: pianos verticales. Fabricados de forma especial, eran toscos y simples, pero brindaban horas de entretenimiento talentoso para los soldados que se reunían a su alrededor para cantar canciones conocidas de sus países.
Cantar —especialmente canciones de alabanza— es una de las formas en que los creyentes en Jesús pueden encontrar paz en la batalla también. El rey Josafat lo experimentó al enfrentar la invasión de grandes ejércitos (2 Crónicas 20). Aterrorizado, llamó al pueblo a reunirse a orar y ayunar (vv. 3-4). En respuesta, Dios le dijo que llevara a los soldados a enfrentar al enemigo, pero que no tendrían que pelear (v. 17). Josafat le creyó y actuó con fe. Designó cantores para que estuvieran delante de los soldados y cantaran alabanzas a Dios por la victoria que verían (v. 21). Cuando la música comenzó, Dios derrotó milagrosamente a sus enemigos (v. 22).
La victoria no siempre viene cuando y como nosotros queremos. Pero siempre podemos proclamar el triunfo final de Jesús a nuestro favor sobre el pecado y la muerte. Podemos elegir descansar en un espíritu de adoración aún en medio de una zona de guerra.